SOBRE ESTE BLOG

AQUÍ ARRIBA HAY UNA SERIE DE SECCIONES QUE PUEDEN INTERESAR. GRACIAS POR VISITARLAS.


9/8/15

EL INSULTO VORAZ

EL INSULTO VORAZ

En esta España de nuestros quebrantos hacemos muchas cosas bien, qué duda cabe, pero cuando nos ponemos a hacerlas mal somos los cabeza de lista y nos subimos al podio en cuanto los otros países se despistan un poco.
No voy a hablar de los problemas tradicionales, la educación camaleónica, la cultura desprotegida, la investigación exiliada, la industria a trancas y barrancas, la corrupción en vena. No, de eso ya se habla mucho. Hoy voy a hablar de los insultos.
Veréis, últimamente, hasta en esto de los insultos nos hemos puesto a hacer las cosas mal y hemos perdido gran parte de nuestra riqueza nacional.  Tal vez se deba a la falta de vocabulario de gran parte del personal, otro mal endémico en nuestra tierra que se empeña en darme la razón cuando afirmé hace tiempo que somos un país lleno de cultura pero repleto de incultos. Es sintomático de la pobreza idiomática que sufrimos que hasta los insultos se estén perdiendo.
Cada vez se reduce más este campo otrora tan diverso. Ahora los hay sonoros y explosivos, pero repetidos hasta el aburrimiento. Se lleva la palma gilipollas, aunque cabrón, puta e hijo de puta le van a la zaga. Idiota, imbécil y tonto han disminuido su uso; alguna vez se escucha bocazas o chulo o gilipuertas —que es como gilipollas pero dicho en un colegio de pago— y cerdo o guarro, burro o asno, que ya me diréis qué culpa tienen los pobres animales para que los comparen con nosotros.
Pero hay cantidad de insultos sonoros, con tronío, incluso con enjundia literaria que se están perdiendo y rara vez se utilizan —sigo hablando de insultos, no de expresiones groseras o frases descalificadoras—. Veamos algunos ejemplos, casi todos referidos a la poca inteligencia, simpleza o necedad: Mequetrefe o mostrenco, sonoras donde las haya; soplagaitas, de aire tan castizo, mameluco, que siempre nos recuerda aquellos soldados egipcios; gilí, sin añadidos es más clásico; papanatas y sus hermanastros zampatortas, mamacallos, cagalindes o pelagatos, de tan sonoras etimologías; sansirolé, que nos trae a la lengua el sancirolé (por San Cirilo); majadero, con ese regusto a oficios de mortero o yunque; fantoche, pazguato, estólido, sandio, piojoso, ceporro... y los tan explosivos mastuerzo o mentecato.
Hay otras con diferente motivo, como cochino, que también es cerdo, pero casi ha perdido el significado real; asqueroso, que más que insulto suele ser definición; payaso, que es de las que duele porque los payasos son gente extraordinaria y usarlos como insulto una bajeza moral. También han caído muy en desuso fantoche, pendón, bujarrón, berzotas, pelma, abanto, pazguato, merluzo, cenutrio y otras muchas.
Hay algunos de moderna factura y origen compuesto que tienen su momento y que tal vez duren como pagafantas, bocachancla o tocapelotas, pero se han perdido casi por completo sus hermanastros culopollo, cuerpoescombro, tuercebotas o zampabollos.   
En fin, que es una pena que el idioma se pierda. Menos mal que en la América hispanoparlante tienen también una montonera de palabras arrojadizas; ojalá no las pierdan. No seguiré, no quisiera resultar un plomo y ya hay suficientes palabrejas para que nadie venga a llamarme gandul.
  




No hay comentarios: